BIBLOGTECA IES ROMANO GARCÍA

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jueves, 29 de mayo de 2014

GANADORES CONCURSO DE RELATOS INSTANTÁNEOS


    Decía Ernesto Sábato que un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras. Y muestra de ello son los casi sesenta relatos creados por los alumnos que  participaron en nuestro III Concurso de Relatos instantáneos.

    El jurado, compuesto por los profesores Antonio Ruiz, Mª Carmen Gandía, Consuelo Cano, Amparo Abenza, Beatriz Lacalle, Consuelo López y Ana Isabel Jiménez, todos ellos pertenecientes al equipo de trabajo de la Biblioteca de nuestro centro, ha seleccionado cuatro  relatos de cuya lectura  os invitamos a disfrutar.

   Agradecemos, una vez más, la participación e implicación de los alumnos participantes y profesores del jurado, y os animamos a participar el año que viene.


GANADORES: 

   CATEGORÍA A 
         (1º, 2º Y 3º ESO):

          PRIMER PREMIO:

"LA MELODÍA DE LAS LAMENTACIONES" de Alonso Cabeza Marco       (3º ESO A)

             SEGUNDO PREMIO:

"PAJARITOS DE PAPEL" de Jorge Alejandro López Solaiman (2º ESO A)


   CATEGORIA B 
         (4º ESO Y BACHILLERATO):

          PRIMER PREMIO:

 "EL SECRETO MORTAL" de Andrea García Rojo (4º ESO B)


             SEGUNDO PREMIO:

  "9 DE MAYO DE 1934" de Jennifer Fuentes Vivancos (1º Bach. IES ALFONSO X EL SABIO)




              ¡¡¡ ENHORABUENA A TODOS !!!



CATEGORÍA A.  PRIMER CLASIFICADO

LA MELODÍA DE LAS LAMENTACIONES

Bueno, dicen que esta historia se entiende mejor si la cuentan dos veces. Así que, ¿podría usted repetir su historia… Sr. Belmont?
   Estaba harto de que me dijeran lo mismo; llevo desde las siete de la tarde en comisaría contando lo que vi a un policía tras otro. Pero qué más da, parece que voy a tener que volver a repetirlo todo desde el principio, así que…
   Fue ayer por la tarde. Como todos los días, salí a correr a eso de las cinco y media.     Recorrí el mismo camino de siempre hasta la calle Huertas. Estaba cortada, y ese día giré a la izquierda. Era una zona del pueblo que  nunca había visitado. El terreno estaba lleno de  altibajos y, por la fatiga, me detuve a descansar en un banco. De pronto un grito, un grito de dolor… nunca oí algo como eso y me estremecí de manera que salté del banco.
  El grito provenía de una gran casa de aspecto antiguo del otro lado de la acera; el móvil estaba sin batería y no veía ningún guardia civil al que avisar, por lo que decidí entrar, pues la puerta estaba abierta.
   La peor decisión de mi vida.
   La casa era preciosa, todo estaba en su sitio, o al menos eso parecía; el lugar estaba impoluto. Me dirigí al pasillo central; una preciosa escalera adornaba el centro de éste.    De repente empecé a oír un extraño ruido, música, una bella melodía que provenía del piso de arriba.
   Empecé a subir, y a subir, y a subir… Era extraño; las escaleras no acababan y la melodía era cada vez más nítida y dulce. Mi mente gritaba que me fuera, que esto no era normal, pero mis piernas no respondían, seguían andando en busca de la melodía que era más hermosa cuanto más la oía.
   Cuando me quise dar cuenta, seguía subiendo y tenía más y más sueño, y entonces me dormí. Era un sueño placentero; estaba en medio del campo, de pie y junto a mí, la mujer más bella que había visto en mi vida.  Me sonreía, y yo a ella… Hasta que frunció el ceño y lo hizo: de su boca salió el mismo chillido, el mismo horrible grito que oí en el banco.
   Me desperté sobresaltado y ojalá no lo hubiera hecho. Me encontraba en un dormitorio, delante de una cama donde descansaba la mujer del sueño  empapada en sangre, con un corte de un gran grosor en el cuello. Estaba blanca; estaba muerta, y yo estaba lleno de sangre, al igual que ella… pero con un cuchillo ensangrentado en la mano.
   Mi mente dijo ahora: “la has matado”… y, al contrario que antes, mi cuerpo aceptó sin más e hincó las rodillas en la moqueta.

   Fue entonces cuando llegasteis vosotros, me trajisteis a comisaría y empezasteis a hacerme  preguntas. Sé que no creeréis mi historia, pero no he sido más sincero en toda mi vida.
   Y ahora sólo os pido: matadme. Evitadme una vida entera de lamentaciones a causa de una muerte que no sé ni cómo se produjo. No me obliguéis a seguir viendo su hermoso rostro cada vez que cierro los ojos. Por favor, matadme.

                                                    Alonso Cabeza Marco. (3º ESO A)




CATEGORÍA  A.  SEGUNDO CLASIFICADO

PAJARITOS DE PAPEL

   La imaginación podría describirse como la capacidad de ver mundos, viajar, explorar, reír… es una cualidad bastante importante. Yo era una persona que no era capaz de utilizar esa cualidad, pero a veces hay que ver más allá de lo verosímil, para por fin ser diferentes de los animales, soñar con que eres un… no sé, un alien, ¿es totalmente inverosímil? Quizás todavía nos queda mucho que aprender de nosotros mismos.
   Era… creo que martes, cuando me adentré en un bosque; era como aquellos que salen en las películas y están embrujados. Corría sin parar, y la frescura con la que sentía ese aire era… como volar.
   Me percaté de que había muchos papeles tirados en el suelo, que se elevaban con cada pisada que daba. Era curioso, pero esos papeles se elevaban más y más. Era como si con la alegría con la que corría despertasen a mi paso.
   Entonces paré de golpe, y los papeles volvieron al suelo. En ese mismo instante, miré al frente; había una casa que parecía abandonada, como si el alma de esa casa se hubiese ido por siempre. Me percaté de que las ventanas estaban decoradas con… pájaros de papel. Sí, era eso. Decidí verlos más de cerca; los rocé con la yema de los dedos, y la figura comenzó a temblar. Me di la vuelta y todos los papeles se elevaron al mismo tiempo, y tras unos segundos, formaron una escalera de papel. Era tan alta que ni sabía a dónde llevaba; no sabía si subir. Yo que me había perdido en ese oscuro bosque, en ese instante empecé a plantearme toda mi realidad. Es decir, ¿era real?, ¿mi vida era un sueño?
   Comencé a plantearme lo que era la Ciencia, y la Fe, pero esos papeles me inspiraban confianza, y subí, dejando atrás todo en  lo que creía. Subí esas escaleras hasta  que esas formas de papel cobraron  color y, más tarde, firmeza. ¡Se habían convertido en una escalera de verdad! ¡Llegué hasta el final de la escalera y miré atrás. De los peldaños se materializó un pegaso con alas brillantes, y se acercaba a mí. Entonces…
“A ver, ¿podrías atender?” Dijo una voz que quería ser la de mi profesor de “mates”. ¿Era un sueño? ¿una alucinación? No había duda de que estaba en clase, era como despertar.
   Desde entonces me planteo lo que es verosímil como algo que vemos, pero no con nuestros ojos,  sino… en sueños.

                                           Jorge Alejandro López Solaimán. (2º ESO A)




CATEGORÍA B. PRIMER CLASIFICADO

EL SECRETO MORTAL

   Tras la muerte de Sonia, Alberto decidió cambiar toda la decoración de su casa para evitar recuerdos trágicos y dolorosos. 
   Transcurrían los días y los ruidos siniestros sobre las escaleras seguían  atormentando la conciencia de Alberto. No podía dejar de pensar en lo ocurrido aquella noche, el gran encuentro con su querida esposa, que falleció unos instantes más tarde.
Días antes, Sonia no pudo evitar hurgar en la sospechosa caja que su marido escondía y que había dejado al descubierto por un gran despiste. Al ver el contenido de aquello se sintió tan insignificante y traicionada que se echó a llorar como nunca lo había hecho, consumida por un ataque de ansiedad. Pensó que debía huir; pero eso sería lo más cobarde, así que decidió esperar a Alberto, plantarle cara y pedirle una explicación.

   Dos horas más tarde, Alberto llegó a casa y encontró a Sonia sentada sobre las escaleras, con una mirada desafiante y de odio. No le hizo falta preguntarle por qué estaba así, ya que se había acordado de que no escondió la caja adecuadamente y sólo volvió en su búsqueda. Alberto se acercó lentamente hacia Sonia con una mirada de tristeza. 

- No tendrías que haber visto eso, pero ya es demasiado tarde. Nunca he pretendido hacerte daño a ti, pero...

   La cara de terror de Sonia mostraba sus inmensas ganas de huir, pero sabía que eso no era posible. Su marido la seguiría.
   Alberto puso sus manos en el cuello de su esposa mientras le llovían lágrimas de los ojos. Apretó hasta que los de ella quedaron cerrados para siempre.
   Nunca se perdonaría lo ocurrido aquella noche. Los remordimientos no lo dejaban vivir.

   Después de todo, él amaba a Sonia más que a nadie, pero no más que a sí mismo.

                                                       Andrea García Rojo. (4º ESO B)



CATEGORÍA B. SEGUNDO CLASIFICADO


9 DE  MAYO DE 1934 

   La familia que había vivido allí hacía tanto tiempo la había cuidado y limpiado cada día para que, desde fuera, nadie apreciara lo que ocurría en el interior. La casa había sido llamativa y hermosa en el pasado, igual que lo había sido la familia que la había habitado. En cambio, ahora todo se encontraba oscuro, polvoriento...y vacío.
Era extraño estar allí después del suceso. Incluso cuando él no lo había vivido, y había ocurrido hacía casi cien años.
   La fachada aún conservaba su majestuosidad, siendo mayor con la hiedra marcando cada detalle, recorriendo cada metro para formar un tapiz que dejaba entrever el poder de la naturaleza y la ingeniería creada por el hombre para domarla.
   La puerta chirrió al abrirla, pero ella no se inmutó ante el sonido, adentrándose en la casa. Podía imaginarse claramente a su abuela de niña, correteando por las escaleras como una princesa que iba al encuentro de su príncipe azul. Pero él no pertenecía a los cuentos de hadas.
   Por dentro, las estancias se encontraban deslucidas y sin rastro de los objetos, las experiencias, las risas y los llantos que les habían dado vida.
  Él no conocía la historia completa, pero supuso que entrando en la casa podría responder a muchos interrogantes. Su abuela había sido mucho más que una esposa y una madre. Había sido una luchadora y el ejemplo para otras muchas personas. Había sido su ejemplo.
   En los años veinte había salido de aquella casa para casarse con el chico que su padre había elegido. Este joven era de buena familia y con una empresa que había entrado en la bolsa con mucho éxito. El chico no conocía a su abuela, a sus padres ni, obviamente, la infancia de su futura esposa. No conocía ninguna de las situaciones por las que había tenido que pasar.
   En los años treinta, con la crisis azotando a cada familia, la empresa del joven había sido embargada y, con ella, toda muestra de su poder adquisitivo. Perdieron su casa. Los dos jóvenes no tuvieron más remedio que volver con los padres de ella. En esos primeros meses, el joven no conoció la historia de su esposa, a la que no amaba, pero sí le tenía un gran afecto y confianza.
   Dos años más tarde, la madre de la madre murió, y quedaron solos los dos hombres y la joven -aunque fuerte- chica. Lo que el marido no sabía es que entre ellos tres se encontraba un monstruo. Un monstruo que había vaciado el alma de la casa, que sólo había escuchado sollozos, y que había roto a cada una de las personas que habían vivido allí con él. Que había transformado a una pequeña niña de cabellos rubios en una joven fuerte y tan desesperada que sólo encontró una salida cuando lo descubrió todo. Cuando fue consciente de que el monstruo al que debía llamar papá estaba haciendo lo mismo a su marido y amigo, torturándolo de todas las formas posibles, tanto psicológica como físicamente.
   El 9 de mayo de 1934, Margarite Smith había limpiado el revólver de su padre y le había disparado tres veces en el pecho. Cuando la policía llegó, encontraron el cuerpo inerte de su padre. Ella se declaró culpable, alegando defensa propia. Su marido fue encontrado en la cama, inconsciente y con la ropa rasgada, con claros signos de violencia y agresión sexual. Margarite fue condenada a diez años de cárcel por el asesinato y enviada al psiquiatra por las secuelas que le había producido la repetida tortura ejercida por su padre. 

   Esa había sido su abuela, y ahora conocía la verdad. Respiró hondo y se sentó allí, dejándose llevar por la verdad que lo embargaba.


                                                        Jennifer Fuentes Vivancos.

                                                        (IES ALFONSO X EL SABIO)